Rituales integradores
Adriana Núñez Artiles Periodista | Martes 19 de Mayo, 2015
Aunque no sabemos con precisión cuál era la apariencia de los seres humanos que habitaron nuestra región cientos de miles de años atrás -pese a los profusos estudios y análisis de restos óseos- sí tenemos certeza, por los vestigios materiales de sus prácticas y costumbres, de que ellos, como lo hacemos nosotros, realizaban distintos ritos en momentos importantes de su vida.
Concuerdo con filósofos y antropólogos cuando afirman que los humanos somos una especie ritual y lo seguiremos siendo, aunque con el paso del tiempo los ritos se transformen al igual que lo hacen muchas costumbres, el lenguaje o las preferencias sociales.
Las prácticas rituales se incluyen, definitivamente, dentro de los canales de comunicación que marcan la relación del hombre con el entorno natural, con otros seres vivos e inclusive con sus propias creencias acerca de Dios, el infinito o lo sobrenatural. Son expresiones simbólicas de los más hondos sentimientos.
Considerados por algunos escépticos como ridículos y peligrosos (ciertamente los hay, sobre todo cuando obligan y manipulan al más débil) y por muchos practicantes como indispensables, los ritos desempeñan un papel importante tanto a nivel individual como colectivo, siempre y cuando estén enfocados hacia la búsqueda de armonía, paz, seguridad, fuerza interior y demás elementos positivos que ayudan al ser humano a vivir y relacionarse mejor.
Vale la pena reiterar y recalcar, por supuesto, que al hablar de rituales, nos referimos a aquellos que aunque se consideren de mero adoctrinamiento, están inscritos en la lista de manifestaciones personales y sociales positivas, la cual contempla desde ceremonias conmemorativas, enlaces matrimoniales o festejos religiosos, hasta el mero acto de encender una vela o un cono de incienso, empaparse en agua florida o verterla sobre la nuca para ahuyentar las energías negativas.
El carácter positivo del que hablamos, se manifiesta contundentemente porque quien cree y practica un ritual de ese tipo, contribuye, entre otras cosas, a la transmisión de valores y creencias ancestrales que defienden la armonía, el equilibrio y la vida. Y es que los rituales deben ser siempre integradores: con nuestro propio ser, con la Naturaleza o con nuestros semejantes.
Para ello sabemos que a su disposición están desde las plegarias, cantos, palabras, objetos, gestos, aromas…hasta los sentimientos, esperanzas, alegría, tranquilidad y demás estados de ánimo que despiertan y que, indiscutiblemente, resultan favorecedores. La enorme variedad depende de cada individuo o colectivo de personas que los practique y la forma en que impactarán a cada cual, es también amplia.
Lejos están de estas líneas aquellos rituales que contrarían conceptos de belleza, unión, armonía y sana interacción, o que causan daños morales, físicos o espirituales a quienes los utilizan para auto lastimarse, perjudicar a terceros o porque son viciosamente atrapados por ellos.
Según lo explica Alexandra Álvarez Muro en un escrito denominado Cortesía y Descortesía: teoría y praxis de un sistema de significación, publicado por Estudios de Lingüística del Español (ELiEs) “el rito revive la cohesión del grupo y por lo tanto también contribuye a la construcción de su identidad”.
Agrega además que una de sus funciones importantes “es la regulación de situaciones de paso tales como el nacimiento, el matrimonio, la muerte o la iniciación que ayudan a soportar sentimientos de miedo e inseguridad... Los rituales parecen establecer un puente entre el individuo y la sociedad, permitiendo la comunicación que, de otro modo, sería imposible, porque la individualidad solamente puede trascender en estas representaciones”.
Recientemente escribí en la columna La Ojiva, en este medio, sobre la pesadumbre que siente el ser humano cuando dentro de sí solo encuentra un enorme vacío, el cual muchas veces “llena” -por decirlo de alguna manera- a través de acciones que en determinado momento se tornan adictivas y que, por supuesto, causan estragos en su integridad física y moral y en la de quienes le rodean.
Por razones como la anterior, no soy de las personas que acostumbran destrozar a quienes de una u otra forma encuentran en los rituales positivos -ejecutados con plena conciencia y en absoluta libertad en solitario o a través de una comunidad religiosa, culto, celebración, cofradía o simplemente un grupo- la manera de mantenerse a flote, de integrarse al prójimo, asirse a sus creencias y continuar.
En lo particular, prefiero los rituales individuales, especialmente aquellos muy íntimos, en los que en sintonía con la vida, dejamos que el agua fluya, recorra nuestro cuerpo y nos limpie de los trajines del día, mientras agradecemos a Dios por su amor, bendiciones, protección y fuerza interior, al tiempo que la música de Ravi Shankar, el suave olor de la lavanda o la canela y el siempre tranquilizador chisporroteo de dos velas, nos entonan el alma.
¡Cada quien cuece las habas a su manera! Sin embargo, deseo compartirles hoy un sencillo rito que me ha sido muy útil desde que siendo muy joven aún, asumí las responsabilidades de la vida adulta:
Ritual para dormir mejor: solo(a) o acompañado(a)
Dese un baño caliente sin mojarse el cabello. Una vez seco su cuerpo, cúbrase con alguna toalla, bata o tela suave. Prepárese una infusión o un té pero no utilice azúcar refinada. Póngales unas gotas o emplee un rociador de lavanda en sus almohadas. No encienda el televisor. Tómese el té sentado(a) en su cama, a sorbitos. Respire profundo y aproveche para comunicarse con Dios. Deje la taza sobre la mesa de noche. No se preocupe por llevarla a la cocina o por lavarse los dientes. Acuéstese y experimente el bienestar.
Buenas noches…






dapoxetine 60 mg india: priligyforte.com – dapoxetine usa