Los sentidos han estado de fiesta en las últimas semanas. Definitivamente hay épocas en que nos consideramos privilegiados de sentir, oler y degustar a nuestras anchas…

Y precisamente una de esas extraordinarias jornadas tuvo lugar el pasado 03 de febrero en el restaurante de cocina mediterránea Bacchus, ubicado en Santa Ana, en la centenaria casona conocida como Casa Quitirrisí, una edificación de arquitectura vernácula construida de adobe en 1870 y declarada patrimonio histórico en 1999.

Al adoptar los romanos el culto del popular dios griego Dionisos, admitieron con preferencia el apelativo Baco (Bacchus) ya usado en Grecia en los últimos tiempos.  Hijo de Júpiter y Sémele, Bacchus está asociado a la vendimia, al vino y la fecundidad. En su honor se celebraban fiestas y bacanales donde la abundancia que alimentaba los sentidos era también el camino hacia el éxtasis.

Por eso haciendo gala de su nombre, mediante subyugantes olores y deliciosos platillos incluidos en un menú confeccionado por el restaurante especialmente para la actividad, se nos permitió no sólo apurar un buen vino tinto con el propósito de entonar el espíritu sino también recrear la mirada en los bellísimos cuadros del artista J. César Valverde, cuyas obras reflejan no solo espontaneidad y gran alegría, sino también una profunda y colorida paleta.

Esta exhibición forma parte de la nueva colección que exhibe el local, para contribuir con el trabajo de artistas plásticos costarricenses y enriquecer su ya maravilloso entorno.

Julio César Valverde, el protagonista de la muestra individual que en la gratísima ocasión tuvimos el placer de apreciar, inició su carrera en 1995 en la Escuela de Arte de la Universidad de Costa Rica; diez años después se unió a la Casa del Artista. Sus obras han estado expuestas en varias galerías entre las que figuran la del Banco Nacional de Costa Rica y el Museo de Arte Costarricense. El año pasado, expuso con éxito algunos de sus cuadros en Canadá y actualmente lo hace en el Aeropuerto Internacional Juan Santamaría, a través de una colección denominada Color-Esencia.

Mujeres de delicadas facciones y extravagantes sombreros; largas y armoniosas piernas de bailarinas, caballos de brillante pelaje, sillas y otros objetos multicolor; arte urbano en movimiento, reflejo vívido del quehacer humano…Paredes vestidas de gala compitiendo con los platillos de tonos dorados, naranja y salmón… Imágenes de variada tesitura y significado envolviendo nuestra retina; apasionados nombres deshaciéndose en la boca: Carpaccio Tri-Mare, Pollo a la Siciliana, Atún Genovés, Semifreddo de Almendras…

Y al final de la noche, simbólico el precio que gustosamente pagamos por unas horas repletas de tesoros que aunque inspirados en el lenguaje universal del arte pictórico y culinario, están aliñados y cocidos en casa.